El silencio realmente, no existe. Esto me lo enseñó una amiga, un diamante en persona. Me enseñó a que se habían hecho estudios con un hombre metido en una habitación y que llegó a escuchar los latidos de su propio corazón.
Una vez, no hace mucho, yo estimaba dormir con mi reloj de segundero, me tranquilizaba saber que había algo que sonaba en mi habitación. Ahora ya no lo llevo para dormir. Ahora me pongo boca a bajo cuando me voy a dormir y escucho los latidos de mi propio corazón.
P.M.C