martes, 12 de marzo de 2013

Canciones dormidas bajo un lienzo


Nadie le dijo a Paula que en sus sueños crearía música. Ahora me toca a mi.

En verano cuando era pequeña y me alumbraba el sol al amanecer cerca del mar, abriendo poco a poco los ojos, lo primero que mi mente reconocía era aquella voz dulce y tenue, escondida dentro de una caja llena de botones extraños. También había una pequeña varilla de color rojo que se movía de lado a lado y donde mostraba muchos números a su alrededor. Me encantaba ver como mi abuelo manipulaba aquella caja mágica a través de uno de tantos botones mientras admiraba esos cambios de voz de distintas personas, de sonidos, incluso de interferencias. Simplemente asombroso. Entonces, no entendía que era ese fenómeno divulgador de voces y sonidos comprendidos en momentos diferentes del día. Mi abuelo era fan de la radio, fan de sonetos y diferentes sonidos a la vez transformados en lienzos para él.

No sé por qué, pero desde que mi abuelo ya no está, no dejo de ir a la casita de la playa donde tanto me gustaba dormir en las noches de verano, donde amanecía pendiente de su radio favorita. Era toda una obra para él. Ahora la radio es diferente, ya no importa el tamaño, importa su calidad de onda, su capacidad de llegar al oyente por medio de imágenes indirectas escondidas en las mentes de cada persona.

Un día de viento espantoso al abrir las ventanas, inmediatamente cayó un cuadro al suelo. En frente de la pequeña caja mágica estaba colgado un lienzo con una bonita naturaleza, un bosque que parece que puedes entrar dentro de él. Sinceramente nunca me había fijado en él. Al bajar mi mirada al suelo y recogerlo, me dediqué a pasarle un trapo para quitarle el polvo. Cuando volví a dejarlo en su sitio de origen, tropecé con algo que me impedía el paso. Una carta… el lienzo tenía detrás una carta escondida. No supe que pensar ni que decir, simplemente me dediqué a poner en marcha la radio de mi abuelo, y para sorpresa, la radio funcionaba. Era aquella voz de cuando yo era niña. Cogí aire con todas mis fuerzas, me senté en la silla de mi abuelo y abrí la carta. Era un texto, y decía así:

Te dedico esta canción pequeña, pues paso mis días mirándote y escuchándote. Susurros con olor a sal palpan mis oídos. Ojalá y que alguna vez sepan cuidar de ti, aprender de ti… basta con oírte y de ahí empezar a volar, a crear, a soñar despierto, a componer durmiendo, a sentir… por ti he conocido muchas cosas de la vida, desde la información de nuestros días, hasta la cultura de la vida que tienen los cuadros y al amor de mi vida. He aprendido de ese cuadro que tengo en frente tuya, quién me inspira a raíz de ti, grandes magnitudes para crear estas notas. Confiaste en el poder de mi mano para saber apreciar tu corazón, tu máquina interna más preciada. Esto es para ti Paula, mi dulce “pajarita” risueña. No dejes nunca de soñar ni de creer en ti, eres la música en mi. Llegarás lejos si te lo propones. Ah, y no olvides todo lo que te enseñé de esa caja mágica como tu la llamas.

Una vez, una voz dulce y tenue dijo algo así como… “la perfección mata a la creatividad”. Busca siempre aquello que de verdad te llegue, aquello que de verdad muestre tu mente y no busques perfección busca humanidad.

Siempre tuyo,
 Manolo.
Febrero de 1999

Me llamo Paula, tengo 27 años, y soy locutora de radio, a parte de músico y restauradora de cuadros.

Gracias abuelo.  

Siempre nuestros…
Paula.
            Abril de 2012
P.M.C



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